Hoy es uno de esos días en los que me paro y pienso: qué suerte haberme salido del camino convencional.

Tuve una vida bastante "normal" hasta que me casé.
Una familia maravillosa, buena educación, me licencié en Geografía e Historia (especialidad en Historia del Arte) y trabajé muchos años en el sector, incluso en una importante casa de subastas en Londres.
En 2001, decidí dar un giro: estudié un máster en el IE y lancé el primer pop up de jóvenes diseñadores de moda y complementos en España. Fue un éxito y acabé vendiéndolo a una conocida marca de tabaco.
Volví brevemente a mi sector… hasta que la vida volvió a sorprenderme. Me casé (tardecito, a los 36) y desde entonces ha sido una montaña rusa de emociones.
En 2008 decidimos salir de España y… aquí seguimos.
Mi marido, ingeniero de caminos, nunca había hecho “puertos”, pero estando en Rumanía trabajando en señalización de carreteras, le surgió una oportunidad para construir uno desde cero. Y allá que fuimos. Togo (7 años maravillosos), Benín (casi 4) y ahora Colombia (¡en julio hacemos 3 años!).
Yo me reinventé: hice catering, incluso organicé una boda pequeñita.
Y en Togo fundé Mi Baobab, desde el año pasado Asociación Mi Baobab, mi entrada en el tercer sector. Desde entonces, no he parado.
Hoy es un día especial. Por segunda vez en mi vida he visto cómo descargan grúas pórtico en un muelle. Miden lo equivalente a 12 pisos, vienen ya montadas desde China y tardan meses en llegar por mar. Es impresionante.
Y sí, me siento una privilegiada. Porque presenciar algo así dos veces, sin pertenecer al sector, es emocionante.
Gracias a mi marido, que me sacó de mi zona de confort para embarcarme en esta vida tan rica en aventuras.
Unas buenas, otras difíciles, pero todas llenas de aprendizajes y personas maravillosas que han marcado nuestro camino.

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